MUJERES Y MARAVILLAS

Mujeres y maravillas
Estoy triste porque me he enterado de la muerte de una de los grandes de la CF (ciencia ficción), Ursula Kroeber Le Guin; ha sido el pasado 22 de enero. ¡Qué le vamos a hacer!, ¡es ley de vida!
Y también estoy triste porque el 27 de enero hará tres años que murió otra maestra, aunque por aquí casi nadie la recordará, Suzette Haden Elgin, lingüista, feminista y escritora (narradora, ensayista, novelista, poeta...), cuya vida y deceso pasó por estos barrios sin pena ni gloria; de hecho, no tiene ni entrada en la Wikipedia española, y encima, en la causa de su muerte, alguien escribió la palabra ‘demencia’.
Pues bien, como todo el mundo, de ambos sexos, escribirá merecidísimas alabanzas sobre Le Guin, la única autora conocida por muchos lector@s de CF –en particular, y es una lástima porque tiene una obra ingente, por La mano izquierda de la oscuridad–, si dejamos de lado el Cuento de la criada, de Margaret Atwood –famoso últimamente por la versión de la serie de televisión”–, diré cuatro palabras de Haden Elgin.
Bien, por sí no lo sabéis, soy fan de la CF, preferentemente feminista en estos momentos, desde que llegué a Valencia el curso 76-77, a estudiar, no recuerdo gracias a quien (mi ejemplar de la antología Mujeres y maravillas, de Pamela Sargent, tiene 40 años!), un género que me ha dado muchas horas de entretenimiento gozoso y un sinfín de alegrías y reflexiones, gracias al buen hacer de gente como Miquel Barceló, una literatura que denuncia el presente como ninguna otra, a mi parecer, dando la esperanza de cambiar este mundo patriarcal o quitándonosla del todo. Y también he escrito CF: La primera misiva, mais ce n’est pas la dernière (1984) es una muestra, y algunos cuentos de hace menos tiempo, como “Sapiens sapiens?” (2007), o “Under ground without diamonds” (2016).
En un primer momento, descubrí autoras de la talla de Joanna Russ, Ursula K. Le Guin, Jane Yolen, Lois McMaster Bujold, Marion Zimmer Bradley, Julian May, Mary Shelley, James Tiptree Jr./Alice Sheldon... Y más recientemente se añadieron Charlotte Perkins Gilman, Sheri S. Tepper, Vonda McIntyre, Margaret Atwood, Nicola Griffith, Eleanor Arnason, Elizabeth Moon, Nancy Kress..., y evidentemente, Suzette Haden Elgin (https://en.wikipedia.org/wiki/Suzette_Haden_Elgin), tal vez el autor de CF que más me ha impactado de todos los que he leídoy he leído muchos–, incluso más que Huxley u Orwell, y lo ha hecho con sus únicas dos obras publicadas en una lengua que entiendo: Lengua materna (1984) y La rosa de Judas (1987), los dos primeros volúmenes de la trilogía “Lengua materna”. Antes, sin embargo, de ponerse a escribir la trilogía, Haden Elgin dedicó algunos años de su vida a crear el làadan (gramática, diccionario y casete de prácticas incluidos), una lengua pensada para expresar las percepciones y los sentimientos de la otra mitad de la humanidad, tal como ella misma lo explica en la publicación siguiente, “Por qué una mujer no es como un físico”, traducida por Margarida Castells:
De la primera novela, Eulàlia Lledó dice:
Lengua materna arranca el año 2205 en un mundo interestelar, pero enseguida retrocede hasta el 2179 para avanzar linealmente hasta el 2212. El abrupto inicio en medio de una espesa y abstrusa reunión de lingüistas hombres puede endurecer en un primer momento la entrada en el libro pero vale la pena sumergirse en él. La novela explica un mundo en que la supremacía de los hombres es absoluta, los feminismos han sido aniquilados y las mujeres, por tanto, no tienen poder de ningún tipo. Excepto…
Excepto la potente saga de las lingüistas, profesionales que, a pesar de estar bajo la férula de los hombres, conocen infinidad de lenguas, tanto humanas como humanoides y alienígenas, puesto que la dinastía se encarga de los contactos con las diferentes estrellas y es imprescindible en el ineludible comercio interplanetario con los otros mundos, lo que ocasiona que el conocimiento de lenguajes sea un bien precioso. Esta habilidad les confiere un enorme poder y las capacita perfectamente para crear el sueño de una lengua propia. Y sí, lo consiguen.
Justamente Lengua materna termina en este punto pero explica mucho más. Los preámbulos a cada capítulo hablan habitualmente de lingüística, de cómo funcionan las lenguas, de sus rasgos, y son, sin excepción, auténticas y sugerentes lecciones (la autora incluso menciona el vasco) y tiene un apéndice de dos páginas y media para que nos engolosinemos con una cata de láadan. A pesar de ser un libro de ciencia ficción, tiene rasgos de ensayo y a veces vira hacia la novela negra, se articula en una trama que lo sostiene como una red trabada y tensa, perfectamente verosímil, y unos personajes de carne y hueso con entidad propia, redondos. (http://www.huffingtonpost.es/eulalia-lledo-cunill/lengua-materna-el-sueno-d_b_14813274.html?utm_hp_ref=spain)
No puedo dejar pasar la oportunidad de enlazar la traducción de la entrevista que Jenna Glatzer le hizo en junio de 2007, también traducida por Margarida Castells:
Ah, y si queréis saber qué se ha hecho y qué se hace en la península ‘histérica’ –como dice Pamela Palenciano– en CF, no dejéis de leer este buen repaso de Lola Robles para barcelona review de abril de 2017: http://www.barcelonareview.com/91/s_lr.html#a

Encarna Sant-Celoni i Verger

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