Entre letras anda el juego




Entre letras anda el juego



Traducción de las palabras dichas con motivo de la entrega de la Lletra Lila del AELC. Octubre CCC, 3 de marzo de 2016

Además de temporal, la función de la maternidad es adventicia:
todas las mujeres conciben ideas, pero no todas conciben hijos.
El ser humano no es un árbol frutal que sólo se cultive por la cosecha.
Emilia Pardo Bazán, “La mujer española” (1890) 

“Bienaventurado eres, lector, si no perteneces a este sexo, al que es priva de todos los bienes al privarlo de la libertad; al que, además, se priva de casi todas las facultades, sustrayéndole el poder [...], con el fin de procurarle como única felicidad, como virtudes soberanas y únicas, ignorar, hacer el imbécil y servir”, esto lo escribía Marie de Gournay en 1626, hace trescientos noventa años. Muchas cosas han cambiado desde entonces, por suerte; cuando menos, en estos parajes y en el oficio de escribir, que es el que nos ha citado hoy aquí. Y así lo patenta la convocación y la entrega, por parte de la Associació d’Escriptors en Llengua Catalana, a propuesta de la Junta del País Valencià, de la primera edición de la Lletra lila; una distinción rotunda e inequívocamente feminista, aunque aún no ha añadido otra letra, la E del plural femenino –en catalán, ‘Escriptores’–, ni que sea en pequeñín, a su nombre. Todo llegará, o no.

Muchas gracias por pensar en mí, y a Bel Olid, por el parlamento. Aprovecho la ocasión para agradecer a Isabel Robles y a Maria Fullana la amistad y las palabras; a Mariló Berenguer y a Nati Calleja, de la Universidad de Alicante, la mirada y el recuerdo; a Sèrman Mànser, la música y la voz, y a tod@s vosotr@s, la compartición del momento. 

“¿Qué es la Letra lila?”, me han estado preguntando estos días amistades y familiares. “No lo sé”, les iba contestando, “supongo que algún tipo de distinción por mi compromiso literario hacia una igualdad real entre mujeres y hombres, sin sumisión ni dominio por parte de nadie”. Algo en apariencia bueno, ¿no?...

Pues bien, a pesar de que el feminismo existe desde que existe el machismo –si bien no recibía tal nombre–, declararse feminista hoy día continúa estando mal visto en muchos ambientes, os lo creáis o no, incluyendo muchos bajos fondos de las Bellas Letras. Es una etiqueta que no queda bien y que se paga. Es una tara; más aún, una losa..., como llevar un dogal al cuello, según dónde y cómo: una especie de letra escarlata o letra rosa –permitidme la chanza– que nos marca como ‘no tan gratas' o pertenecientes a un submundo de brujas y magas. Y eso, sólo por no decir amén a los dictados que relegan las mujeres a ser simples floreros o mera comparsa; por pedir una igualdad real de los seres humanos –independientemente del color, el sexo o la opción sexual– que no sea letra muerta; por querer cambiar de una vez por todas las reglas del juego patriarcal. Y lo hacemos, lo hemos hecho y lo haremos, tres veces rebeldes para con una sociedad que nos visibiliza o invisibiliza al albedrío del mejor postor. Sororidad.

Hace casi cuarenta años, en septiembre de 1976, con 17 años recién cumplidos, me vine a Valencia, a estudiar, y la vida me cambió de arriba abajo: empecé a escribir en la lengua que hablaba y en el verano del año siguiente me crucé con el amor, y era una mujer, y mi poesía pasó del yo al tú –un tú vacilante, que un catalán en ciernes probaba de perfilar, mientras la feminista en germen que en mí había iba digiriendo tanto cambio como podía.


Ahora tengo 56, y una de mis más grandes alegrías, y mi orgullo, es haber llegado aquí escribiendo en catalán y siendo feminista; dos lances que, durante demasiado tiempo, muchas y muchos se empeñaron en decirme que eran incompatibles: “Ahora no toca”, “Ahora no es el momento”, escuchaba de unas y otros; unas aserciones cuyo alegato nunca acepté.

Y, para terminar, deciros que, si es cierto que ‘todo el mundo ve la cosa según la gafas que lleva’, demasiado tardamos en cambiar el color de nuestros cristales, amig@s. Pero tened cuidado, porque mirarlo todo con gafas violeta engancha y nada vuelve a ser igual, empezando por el lenguaje.

Va por tú esta Lletra lila, Gertrudis Verger i Verger, porque el feminismo te devolvió una hija y a mí me regaló una madre. Va por las que escriben y por las que no escriben. Por las personas que nos queremos iguales. Cuando nos tocan a una, nos tocan a todas. ¡Ni una menos!

[...] y no, no odio los hombres. 
Eso sería tan estúpido como, 
no sé..., odiar el tiempo. 
James Tiptree, Jr. 
(de “Las mujeres que los hombres no ven”, trad. Margarida Castells)

ENCARNA SANT-CELONI I VERGER



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